Fue en 1908 cuando una ama de casa alemana harta de los posos amargos del café hizo agujeros en una taza, la cubrió con papel secante, puso café molido, le agregó agua caliente y así nació el primer filtro de café. Ahora se venden en todo el mundo, aunque en una forma que ha evolucionado, y se usan millones de ellos cada día.
Filtros de café
Estos filtros de café están hechos al cien por cien de fibra de celulosa de pino de crecimiento lento en los bosques escandinavos. Producen un papel que proporciona un ritmo de saturación óptimo para un buen café. El 30% del contenido de celulosa es de material sobrante de otros lotes de fabricación, el otro 70% es de fibra pura.
Los materiales entran en una máquina, llamada la pulpadora. Esta trabaja como un procesador culinario gigante, tritura el material y lo mezcla con agua caliente para hacer una sopa de fibra a la que se le llama pulpa.
Una máquina papeladora de 18 metros de largo transformará la pulpa en papel, esta extiende una capa de pulpa de 3 centímetros de grosor sobre una cinta de 3 metros de ancho de rejilla metálica. Unos chorros de agua cortan un borde recto en ambos lados.
Al escurrirse el agua a través de la rejilla se forma una lámina blanda de papel que tiene un contenido de agua del 80%. Todo este proceso va a un paso vertiginoso. La máquina deposita 400 metros lineales de pulpa por minuto.
Luego entra en el siguiente puesto de la máquina, donde unos pesados rodillos compresores eliminan la mitad del agua. Después un aparato le aplica una textura rugosa, eso aumenta la superficie del papel, que mejora la velocidad de filtrado.
El papel ahora entra en el puesto de secado de la máquina, donde 38 rodillos calentados por vapor con una temperatura de 120 grados centígrados eliminan el exceso de humedad. Cuando el papel acabado sale de la máquina, una cámara localiza la ubicación de agujeros, suciedad u otros defectos que eliminar.
La máquina tarda 45 minuntos en hacer un rollo de 18 kilometros de papel de filtro para café. El siguiente paso es llevarlo a una máquina cortadora, que lo divide en 5 rollos más estrechos, cada uno de 60 centímetros de ancho, para que encaje en la máquina de hacer los filtros.
El rollo cortado entra, y un sensor comprueba si la lámina está bien alineada. En el primer puesto, unas agujas, cada una de solo una centésima de milímetro de diámetro, hacen agujeros diminutos en el papel para mejorar la calidad del filtrado.
Seguidamente, un sello graba el logo de la empresa en el papel. Una cuchilla lo corta en dos, creando lineas de producción paralelas a partir de este punto. Cada linea entra en un puesto de doblado, donde unas guías doblan gradualmente la lámina plana a la mitad.
Un rodillo se encarga de grabar una costura, uniendo las dos hojas por el fondo y el lateral. Otro rodillo graba la forma cónica de los filtros de café. La máquina produce 4000 filtros por minuto.
El siguiente puesto corta y separa los filtros, y recoge el sobrante para reciclarlo en la pulpadora para un nuevo procesado. Los filtros de café continúan hasta una máquina contadora automática que los divide en tacos de 18.
La contadora ahora pasa los tacos a la linea de empaquetado. La máquina alinea cada taco con una caja plegada que se abre mediante vacío, comprime e introduce los filtros de café bajo el ojo atento de un sensor. Si este detecta que los filtros están en posición errónea o no están, hace que la máquina expulse esa caja de la linea.
Esta fábrica produce varios tipos de filtros para preparar el café de distintas formas. Para hacerlo más cargado, la fábrica procesa la celulosa del filtro de café más fina, eso da un papel que filtra más despacio, manteniendo el agua en contacto con el café molido más tiempo para que coja más sabor.
Así que ya sabéis, si queréis un café que os espabile, dejarlo reposar durante más tiempo. Y hablando de café, me apetece tomarme uno ahora mismo.
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